They Live By Night (1948)

Los atracos, las persecuciones y las huidas son algunos de los temas más recurrentes del cine negro, tanto es así que muchos ven en estos films un subgénero del noir, donde encontraríamos a Stanley Kubrick y su Atraco Perfecto o La Jungla de Asfalto de John Huston. En esta misma dirección, añadiendo un par de componentes, podríamos crear otro subgénero, “lovers on the run”, los amantes que huyen, donde encontraríamos el film que hoy nos ocupa, junto a otros que posteriormente comentaremos.

La película nos cuenta la historia de Bowie, un joven condenado a décadas de prisión por un crimen que no cometió, que escapa de la cárcel junto a dos atracadores veteranos, que ven en él el candidato perfecto para ayudarles en sus atracos. Pero todo cambia cuando conoce a Keechie, la hija de uno de los socios de los criminales, de quien se enamorará perdidamente y quien le hará ver que debe limpiar su nombre, alejarse del crimen y buscar la senda de la honradez.

Bowie quiere hacer las cosas bien, incluso se plantea acudir a las autoridades, pero nunca termina de poder hacerlo, está atrapado en su vida de fugitivo. Trata de escapar de la banda, del destino y la fatalidad, de la que parece no poder desengancharse, lo cual genera una sensación de angustia que permea toda la película. Muestran a la perfección la ansiedad de quienes huyen, siempre en movimiento, en peligro, cada vez más acorralados, temerosos de que llegue el momento de afrontar las consecuencias, incluso cuando saben que están a salvo. A este respecto, el título funciona a la perfección, de primeras podría llevarnos a pensar en una película de terror, pero a su vez, es totalmente noir, viven de noche y la noche y la oscuridad es el refugio de quienes huyen. La práctica totalidad del metraje transcurre de noche, incluso los personajes bromean y sueñan con poder disfrutar del día, de la luz del sol.

La pareja protagonista está marcada por la inocencia, pues descubren juntos la vida, el amor y a sí mismos. Él es un joven que lleva en prisión desde los dieciséis años, nunca ha hablado con una chica, mientras que ella ha vivido siempre a la sombra de su padre en el pueblo, y tampoco ha conocido a ningún chico. Su incredulidad ante la maldad, la ingenuidad y sus sueños de un futuro imposible, en el que creen debido a su amor, hacen que empaticemos rápidamente con ellos, queremos que les vaya bien y sean felices, aunque sepamos que nunca podrán conseguirlo. Un buen ejemplo de todo ello lo vemos en la fantástica escena donde la pareja se casa, en un negocio de bodas, lo más alejado del romanticismo posible, donde vemos cómo se contrapone su ilusión, con la maldad de la condición humana, la ambición sin límites y la corrupción del dinero. Pero en ese momento poco les importa, viven en una burbuja, alejados de la realidad, de la dureza insensible de cuanto les rodea, transitando carreteras secundarias, caminos de tierra y habitando moteles de mala muerte y cabañas en el bosque. Y es que detrás del crimen, los golpes y la maldad, esta es una película romántica, una historia de amor.

Es curioso que pese a que la chica no participa en ningún atraco y vive alejada del crimen, la prensa la apoda “The Kid”, mitificando su relación con Bowie, llamándoles pareja criminal, al más puro estilo Bonnie and Clyde. Y tiene sentido, dado que la verídica y fatal historia de la pareja de ladrones más famosa del mundo es la base sobre la que se construyen estas películas a las que hemos denominado “Lovers on the run”, como veríamos en Gun Crazy, la obra maestra de Joseph H. Lewis, apenas dos años después, o en “Solo se vive una vez” de Fritz Lang (1937) que también partía de la historia de Bonnie y Clyde, que había ocupado las páginas de los periódicos apenas dos años antes de la producción. La cinta de Lang, precursora del noir, y protagonizada por Henry Fonda, también comparte con “They Live By night” la idea de un protagonista inocente perseguido por la ley, aunque en ese caso termine abrazando el mundo del crimen.

En ningún momento se nos dice el año en el que transcurre la historia, pero todo apunta a que estamos en los años treinta, en plena Gran Depresión. Una situación que sirve para establecer la atmósfera del film, donde imperan la precariedad y la pobreza. El guion adapta la novela “Thieves like us” de 1937 de Edward Anderson, mucho más explícita y violenta, considerada una de las joyas ocultas de la novela estadounidense de la década de 1930. Anderson escribió el libro durante los referidos años de Gran Depresión, entrevistando a multitud de prisioneros, condenados por robo, lo cual le permitió crear personajes bien caracterizados. En 1974, Robert Altman haría un remake, tomando el título de la novela, centrándose más en el entorno geográfico donde transcurre la película, el campo, que en el momento en el que transcurre la historia, lo cual le resta personalidad a la película, que toma como referencia la adaptación de la historia de Bonnie and Clyde de Arthur Penn (1967).

They Live by Night fue la primera película de Nicholas Ray, uno de los mejores directores de la década de 1950, con films tan reconocibles como Rebelde Sin Causa o  Johnny Guitar. En sus inicios en la industria del cine, Ray hizo del cine negro su “género” de confianza, de manera que sus primeros cuatro largometrajes se enmarcan dentro del noir, culminando con la magnifica En Un Lugar Solitario (1950), seguramente, top 10 del “género”. Pero si algo caracterizó a Ray fue su dominio del melodrama del que aquí tenemos algunas dosis. De hecho, encontramos elementos comunes con la mencionada Rebelde Sin Causa, el festival del melodrama, como Farley Granger, joven y apuesto, que recuerda a James Dean, o el hecho de tener a jóvenes huyendo.

Últimamente el villano Howard Hughes hace acto de presencia en cada noir del que escribo, y este no es una excepción. En este caso, fue el responsable de que la película estuviera cerca de no ver la luz. El rodaje tuvo lugar en 1947, pero no fue hasta prácticamente dos años después que llegaría a las salas de cine, porque entremedias tuvo lugar la compra de RKO (la productora de la película) por parte de Hughes. El estudio no sabía cómo llevarla a las salas de cine, y al final decidieron estrenarla en Reino Unido, en un solo cine. Las críticas fueron buenas y terminaría estrenándose en Estados Unidos a finales de 1949, tras haber cambiado de título hasta 5 veces…

Técnicamente la película es un prodigio, tal y como vemos desde la primera escena, durante los títulos de crédito, con ese plano grabado desde un helicóptero, siguiendo la huida de los presos por la carretera. Pese a que con anterioridad ya se habían grabado planos aéreos para captar paisajes, esta fue la primera escena de acción grabada desde un helicóptero. Pero la película ya resulta llamativa para el espectador desde su peculiar prólogo, que parece un trailer, presentando a los personajes y dejando claro qué tipo de historia veremos a continuación, mientras suena una melodía romántica que deja paso al suspense y a los mencionados títulos de crédito. Otro gran recurso técnico es la posición de la cámara en uno de los atracos, grabada desde el interior del coche que servirá de huida, muy similar a la célebre escena de Gun Crazy, popularizada por la versión de Jean-Luc Godard en “Al Final de la Escapada” (1960). Además de Ray, el artífice de todo ello es el director de fotografía, George E. Diskant, que sabe aprovechar la noche a la perfección, con imágenes bellas y misteriosas surgidas entre las sombras, como el cine negro precisa. Es especialmente destacable la presentación de Keechie, de incógnito y a oscuras en el coche, hasta que Bowie se acerca y descubrimos la parte de su rostro que dejan entrever las sombras de las ramas del bosque. Una presentación que bien podría ser la de la femme fatale, y es que Keechie, pese a ser un ser de pura bondad, termina siendo el motivo (involuntario) de la desgracia final del chico.

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