Mark Millar: dos regresos y una fórmula cansina

Mark Millar
Cuando leemos el nombre de Mark Millar se nos vienen a la cabeza decenas de historias que nos hacen verle como uno de los grandes creadores de Marvel e independientes del siglo XXI. Fue una de las piedras angulares del resurgir de Marvel y de la metodología de escritura actual de la editorial. Su Civil War abrió la veda de la publicación de grandes eventos para la editorial, su significado es incalculable, guste más o menos, las posibilidades que generó y la tendencia que marcó quedarán escritas en la historia de la editorial.

Muchas fueron las obras maestras que dejó en su etapa, y debo reconocer que me faltan varias por leer. Los Ultimates es uno de mis grandes pendientes, estoy seguro que el día que lo lea me gustará y diré: “qué bueno eres Millar” y no iré desencaminado porque es un gran escritor. A día de hoy nadie duda del dominio que tiene de la estructura del medio y de su habilidad para dar historias entretenidas. Pero de lo que quiero hablar hoy es de su metodología de trabajo y de las colecciones que ha realizado en los últimos años.


Sus dotes de escritura están más que abaladas, por eso me molesta que trabaje con el piloto automático y tenga acceso a oportunidades con las que otros no podrían ni soñar. Vayamos con su ABC: historias de syfy limitadas a 5 o 6 números sin ningún tipo de ambición ni intención de llegar a ser algo rompedor, incorporando conceptos y dinámicas que ya han sido aceptadas por los lectores. Cada cierto tiempo tiene ideas buenas, pero su falta de interés hace que se queden en eso, ideas. Trabaja sobre seguro, sabe perfectamente las posibilidades que le dan 6 números y aplica las mismas reglas una y otra vez, como si de una monótona fórmula matemática se tratase. Todo ello hace que sea previsible y sepas lo que se propone desde la fase de promoción de la obra. Pese a todo esto, cada vez que publica una nueva miniserie consigue la total atención del público, yo también caigo en sus redes cada cierto tiempo. Lees cualquiera de ellas y no están mal, pero pasado un tiempo te das cuenta que no aporta nada, que es un trabajo vacío.

Uno de los aspectos que más me disgustan es su acceso a los dibujantes, todas y cada una de sus historias del “Millarworld” cuentan con nombres propios a los lápices, ya sean estrellas consagradas o autores en la cresta de la ola. Capullo, Albuquerque, Quitely, Murphy o Romita Jr, por nombrar algunos. El caché que acompaña a Millar es un valor seguro para los autores, sin duda. Uno no puede evitar pensar que estos autores podrían haber realizado proyectos más interesantes durante ese periodo.

Vayamos a otro de los temas puntiagudos, sus adaptaciones a otros medios. Me parece bien que venda los derechos de sus historias y personajes y que busque productoras para adaptar a medios audiovisuales sus trabajos, no me malinterpretéis, muchos autores lo hacen y estoy a favor de que así sea. El problema llega cuando usas un arte (el cómic) para acceder a los jugosos contratos cinematográficos, cuando desvirtúas la narración secuencial. A mi modo de ver (maligno quizá), esa manera de trabajar no le hace ningún favor a la industria del cómic, siendo utilizada como un mero trámite. Su acuerdo con Netflix y la creación de cómics previo contrato televisivo creo que es un buen ejemplo de ello. No creo que tenga malas intenciones, estoy seguro que es un amante del cómic, supongo que por eso me molestan estas actitudes.
En fin, todo esto era para hablar de las dos nuevas series limitadas con las que se reencuentra con el universo Kick-Ass, una de sus creaciones más populares.

Kick-Ass
Argumento: Patience es una soldado estadounidense que regresa a casa tras su servicio militar, al volver debe cargar con los gastos de su familia, pero no encuentra trabajo. Para tirar adelante decide camuflarse tras el traje de Kick-Ass para que la confundan con una simple heroína y pueda desplumar a los mafiosos de la ciudad.

Reseña:
Supongo que más adelante la trama tendrá alguna relación con las anteriores historias de la franquicia, pero de momento de Kick-Ass tiene la portada y el traje, poco más. Este primer número cuenta con un ritmo dinámico, las cosas suceden fluidamente y se lee en un momento. A ello contribuye el estilo rápido que Romita Jr. le imprime a la historia, dando sensación de acción real. Romita no es santo de mi devoción, pero en esta historia me ha ¿gustado?, está mejor que en The Silencer, su último trabajo para DC, supongo que el color de Peter Steigerwald tiene algo que ver. Aun así, parece que estemos leyendo el mismo cómic, muchas son las similitudes entre ambas colecciones. Como digo es un número entretenido, pero genérico como él solo, los temas que trata, la manera en la que los aborda y las conclusiones a las que llega son de manual. La guinda del pastel llega en forma de cliffhanger, terriblemente previsible, pese a que lo que buscaba era sorprender al lector, no sé cómo.

Hit-Girl
Argumento: sin Dave Lizewski, Hit-Girl se siente sola, quiere un compañero para combatir el crimen, para encontrarlo viaja hasta Colombia. La elección del candidato deja palpable su personalidad psicótica.

Reseña:
La violencia, el nihilismo y el sarcasmo psicótico son algunos de los puntos fuertes que han acompañado al personaje a lo largo de sus apariciones, tanto en Kick-Ass como en su propia miniserie. Posiblemente esos aspectos de la personalidad de Mindy vuelven a ser lo más destacado en sus nuevas aventuras. En mi opinión, la historia que se plantea en este primer número tiene poco peso, limitando a nuestra protagonista a unas pocas apariciones. Se centra demasiado en el personaje al cual quiere reclutar para sus aventuras, la idea me parece interesante, pero la ejecución, errática. Esta historia ocupará tan solo 4 números, el primero ya se ha quemado, y solo nos ha presentado al secundario de turno y nos ha dado una pincelada de la historia. Es de esperar que el desarrollo y la conclusión de la trama sean utilitaristas, tal y como Millar nos tiene acostumbrados. El apartado gráfico es otro de los motivos por los que no he acabado de simpatizar con este cómic, Ricardo López Ortiz ejecuta un buen trabajo, pero su estilo cartoon japonés no es de mi agrado y creo que no es el más adecuado para la historia. Otro de sus problemas es el impacto que provoca ver el dibujo del interior respecto a la portada de Amy Reeder. Las portadas de las historias de Millar las suelen dibujar los mismos autores que se encargan de los interiores, pero en este caso el estilo cambia radicalmente.
Pese a que no he conectado con el cómic, hay motivos para no perderle la pista, pues a partir del quinto número, Jeff Lemire y Eduardo Risso se encargarán de narrar las aventuras de Mindy, esta vez en Canadá.

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