Rorschach #1
En los últimos años hemos sido partícipes de la
expansión del universo Watchmen a través de varios proyectos que, con distinta
suerte, han dado continuidad a la historia original de Alan Moore y Dave
Gibbons. Ahora podría hablar de las polémicas que han suscitado algunos de
estos proyectos o del fracaso en el que se han convertido otros, porque parece
que últimamente para hablar de aquello que te gusta, debes menospreciar otra
cosa, pero como eso es algo que me desagrada tanto como a Alan Moore cualquier
mención sobre Los Vigilantes, no lo voy a hacer. Lo que está claro es que el
producto que ha conseguido el consenso de crítica y público es la serie de HBO,
para muchos la mejor producción audiovisual de 2019. Damon Lindelof demostró
que la realidad de Watchmen era más grande de lo que creíamos, que se podían
contar otras historias a partir del paradigma y las dinámicas establecidas en
1986. A raíz de ello empezamos a hablar del cómic que hoy nos ocupa, Rorschach,
pues tal y como han dicho Tom King y Jorge Fornés en más de una ocasión, fue la
labor de Lindelof lo que los llevó a embarcarse en este proyecto. A
continuación, voy a hablar en profundidad de los sucesos de este primer número
(no he leído más), es decir, cuidado con los SPOILERS.
El argumento del cómic se centra en el intento de
asesinato del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos por
parte de un individuo vestido como Rorschach, a partir de lo cual seguiremos
los pasos del detective encargado de la investigación, un relato negro que toca
temas como la identidad, el populismo, la desconfianza en el sistema o los
miedos del país de las libertades. Dada la importancia de la colección, la
promoción por parte de DC Comics fue notable, de manera que los autores concedieron
varias entrevistas previas al lanzamiento de este primer número. Quizá la más
reveladora fue la charla que mantuvieron los autores con el propio Damon
Lindelof en la DC Fandome, incidiendo en las intenciones de la historia y en
las particularidades técnicas de la propuesta. Allí King comentaba que no
querían seguir los pasos de la obra original, que querían crear algo personal y
distinto, encontrar un estilo que funcionara con la historia que tenían en mente
y que a su vez encajara y se correspondiera con el funcionamiento de Watchmen. Querían alejarse de la manera de narrar de Moore y Gibbons, porque
emular su estilo sería contraproducente, pues no estarían innovando, que fue
precisamente lo que hicieron los autores originales. Por lo tanto, la historia
no se cuenta sobre una composición de página de 3x3 viñetas, ni cada número
tiene su propio título etc. Una vez leído este primer número, estoy de acuerdo
con todo ello y creo que han conseguido lo que se proponían.
Es evidente que Rorschach es un proyecto importante para Tom King, es más, supone un reto para él. En los formalismos narrativos se aleja de sus recursos habituales, no se embotella en una cuadrícula cerrada, no usa la repetición ni el alivio cómico… Las interacciones entre los personajes tampoco parecen tener su sello distintivo, además todo resulta sórdido y frío. En todos los sentidos Rorschach es la antítesis de Strange Adventures. Aun así, no todo está tan alejado de su modus operandi habitual, pues la historia navega por aguas conocidas, no está contada de manera lineal, pues los tiempos se entrecruzan en las páginas de manera que los flashbacks se funden con el presente. En los temas sobre los que se construye el relato también hay disparidad, puesto que no tenemos, por el momento, al amor y la familia como centro de todo, pero sí las mentiras y traumas, así como una investigación de asesinato como traca inicial, tal y como pasaba en El Sheriff de Babilonia, por ejemplo.
Pero King no es el único a quien vemos distinto en “Rorschach”, pues Jorge Fornés también adapta su estilo a las necesidades de la obra. Paralelamente a la escritura de este artículo estaba leyendo el segundo arco argumental del Daredevil de Chip Zdarsky, donde Fornés dibuja un número, y vi algunas diferencias en su acercamiento artístico. Creo que aquí su relación con el estilo de David Mazzuchelli, su gran referente, resulta menos evidente, debido a que su trazo está más estilizado, es menos agresivo en las tintas y los contornos están más delineados, en consecuencia, las líneas son más claras. Supongo que el hecho de que sea una historia con menos acción que Daredevil influye en todo ello, acercándolo más a Hot Lunch Special. Por lo demás, mantiene su impresionante puesta en escena, con composiciones de página dinámicas, cambiando de encuadre constantemente, alternando la perspectiva y centrándose en primeros planos como contraste de otros más generales. Siluetas que se mueven entre las sombras y onomatopeyas marca de la casa. La labor de Dave Stewart, uno de los mejores coloristas de la industria, también es de lo más interesante, con una paleta apagada, grisácea y marrón, que genera el ambiente sórdido y desangelado que requiere la historia. Es especialmente importante en los flashbacks, donde cambia los tonos, dejando claro que lo que vemos es el pasado. También hay que remarcar la portada de Fornés, que además de ser muy llamativa, está íntimamente relacionada con la historia, representando la huella la identidad del personaje, así como haciendo referencia al giro final.
Pese a que fue este tuit el que confirmó que esta historia transcurre en el universo establecido por la serie de HBO, lo cierto es que Tom King ya lo había dicho anteriormente en aquella entrevista de la DC Fandome. En cualquier caso, el cómic se ubica un año después de la serie de TV y sigue la lógica allí establecida, por ello nos encontramos con que Robert Redford es el presidente de Estados Unidos o con la ausencia de teléfonos móviles, por ejemplo. Aun así tampoco se puede decir que sea una continuación, pues no va a tener menciones directas, simplemente algún que otro guiño (como la mención de los sucesos de Oklahoma o el cartel de “Come Back to NYC”) y la promesa de no contradecir lo expuesto por Lindelof.
Los años 60 fueron tiempos de crisis para Hollywood, que perdía terreno frente a los fuertes ritmos de la pequeña pantalla y sus producciones policiacas. Eso generó la llegada de una nueva ola cinéfila, compuesta por directores como Robert Altman, Sam Peckinpah o Martin Scorsese, conocida como generación de la televisión o de los 70. El resultado fue la proliferación del thriller, deudor del noir clásico, en distintos subgéneros como el neonoir (Chinatown), el cine de gángsters (El Padrino) o el que hoy más nos interesa, el thriller político (Todos los Hombres del Presidente). Tanto en lo referente a la narración de la historia, como a la estética de la misma, el cómic nos transporta a estas películas, lo cual resulta muy interesante, dado que aunque estemos en el universo Watchmen la acción tiene lugar en la actualidad. Me gusta su similitud con La Conversación (Francis Ford Coppola) en lo que respecta al rechazo y crítica hacia la tecnología por parte de la sociedad, relacionado con el control, la privacidad y los traumas del pasado. Paradójicamente, los medios tecnológicos de ambas obras, pese a estar separadas por casi 4 décadas, son similares. La historia también está acompañada de la atmósfera pesimista y conspiranoica del momento, marcada por el asesinato de los Kennedy, el escándalo del Watergate y la crisis de Vietnam, lo que sacaba a relucir los miedos de un país lleno de estigmas y frustraciones. Todo ello queda perfectamente retratado en la trilogía de la conspiración de Alan J. Pakula, formada por Klute, El Último Testigo y Todos los Hombres del Presidente. Preparando el artículo me vi precisamente El Último Testigo, The Parallax View en Estados Unidos, cuya última escena guarda muchos paralelismos con la secuencia inicial del cómic.
Pero la historia también tiene aspectos ligados al noir clásico, en especial al cine más detectivesco, pues a partir de distintos interrogatorios y conversaciones los misterios se irán resolviendo, como en los relatos de Phillip Marlowe o en Perdición de Billy Wilder, por poner algún ejemplo. El uso de flashbacks, popularizado hoy en día, también es un elemento fundamental del cine negro y que está presente a lo largo de esta primera entrega de Rorschach. Visualmente también tiene elementos definitorios del noir, como el juego de sombras con los claroscuros y los encuadres desequilibrados, torcidos. El cómic sigue la estructura de Ciudadano Kane, lo cual es palpable desde el principio, pues en la primera escena vemos la muerte de Rorschach, el protagonista de la historia, como pasara con Kane en la ópera prima de Orson Welles. Por lo tanto, seremos partícipes de los hechos a medida que el investigador los vaya descubriendo, a cada revelación veremos momentos pretéritos, flashes, sin que la acción se establezca directamente en el pasado. De esta manera, la historia se irá atando, hasta tener una imagen completa de lo sucedido y de la personalidad del personaje involucrado, del que hablaremos más adelante.
El investigador encarna muy bien el rol de detective frío y solitario que no parece dispuesto a dejar ningún cabo suelto. Aunque realmente no sabemos gran cosa de él, ni siquiera su nombre. Se nos presenta como alguien contratado por el partido republicano, lo consideran uno de los suyos, sin embargo, más adelante le vemos tirar al suelo la publicidad electoral de su candidato (Turley), en un acto que parece decirnos que tan “de los suyos” no es, aunque tampoco podemos decir que no sea de derechas, quizá solo es alguien cansado de la política y que no cree en el sistema. Todo ello resulta muy interesante, en especial por sus posibles comparaciones con personajes como Harry El Sucio (Clint Eastwood) o El Justiciero (Charles Bronson) y sus idearios liberales.
Siguiendo con el liberalismo político, nos centramos en otro de los personajes de la historia, Will Meyerson, el aparentemente nuevo Rorschach (aunque quizá no es tan nuevo), que es introducido como un liberal fanático, lo cual nos llevaría a pensar que simpatiza, por lo menos en algunas cosas, con el partido republicano, sin embargo, es uno de los sospechosos de intentar asesinar a Turley. Parece alguien totalmente paranoico, rodeado de conjuras. Cada detalle que aparece a lo largo del número nos lleva a pensar que King ha retratado en él a Steve Ditko, el difunto cocreador de Spider-Man, hasta el punto de utilizar sus rasgos y una de sus fotografías más reconocibles. Ditko seguía la filosofía randyana (Ayn Rand), unida al liberalismo y con el individualismo como principal argumento. Siguiendo esta doctrina crearía The Question y Mr. A, dos personajes que servirían de inspiración a Alan Moore a la hora de escribir a Rorschach/Walter Kovacs.
Pero en el caso que hoy nos ocupa, Will Meyerson, Tom King decide cambiar su piedra angular, dejando atrás a Rand para centrar su ideología alrededor de la filósofa Hannah Arendt, la cual resulta difícil de clasificar, dado que rechazaba el socialismo así como ser tildada de liberal. Desarrolló el pensamiento político y algunos de sus temas de referencia fueron el poder, la violencia y la denuncia del totalitarismo. Lo que es evidente es que rechazó el populismo de derechas y que sus ideas eran contrarias a las de Rand. Todavía es pronto para juzgar si Tom King aplica correctamente este pensamiento en el personaje, pero tengo mis dudas sobre si termina de entender a la filósofa, por lo dicho en las entrevistas. En cualquier caso, me parece un personaje muy interesante y estoy seguro de que nos va a sorprender con su pasado y sus creencias. Tampoco podemos pasar por alto la gran revelación del número, pues las huellas de quien creen que es Will Meyerson, en realidad corresponden a Walter Kovacs, a quien creíamos muerto desde hace más de 3 décadas, así que vamos a tener teorías para rato.
Creo que King aprovecha el rol de Meyerson/Ditko para denunciar el mal comportamiento de las grandes corporaciones audiovisuales con los creadores del material original, privándoles de los derechos sobre sus creaciones y no acreditándoles por ellas. Es un tema muy ligado a la creación de Watchmen y a la frustración de Alan Moore con la misma, así como algo que recientemente también ha afectado a King en la serie de WandaVision. En “Rorschach” vemos como Will Meyerson es el creador de los cómics de “Pontius Pirate”, uno de los personajes de referencia de la cultura popular del universo Watchmen, del cual se va a estrenar una superproducción al más puro estilo UCM. Sin embargo, Meyerson es alguien poco conocido que malvive recluido en su apartamento.
Pero Ditko no es el único autor de cómics que se menciona en las páginas de este primer número, pues también se hace referencia a Frank Miller y a Otto Binder, cocreador de importantes personajes como Supergirl, Black Adam o Legion of Super-Heroes y popular por sus guiones para la colección de Captain Marvel (Shazam!). La cinta que tenía Meyerson contiene una grabación de 1973 en la que Frank Miller, Otto Binder, Randy Cox (coleccionista de arte) y el propio Meyerson intentaban contactar con el espíritu de algunos familiares de Binder. Una situación extraña y surrealista que encaja a la perfección con Watchmen, sobretodo porque tuvo lugar en la realidad, a excepción de la aparición de Meyerson, claro. Damon Lindelof ya incorporó en la serie de HBO algunos hechos reales, adaptándolos a la distopía de Watchmen (La Lista de Schindler-El Caballo Pálido), y ahora King hace lo propio con esta anécdota sobre el mundo del cómic, lo cual ha hecho arder el estómago de sus haters, acusándolo de aprovecharse de explotar la tragedia de la familia Binder. Pero lo realmente importante de esta escena es saber con qué espíritu quería contactar Meyerson, dado que cuando va a decir el nombre se corta la grabación.
El número deja otras incógnitas de lo más interesantes, como quién es la persona que da aviso de que Rorschach va a disparar a Turley, ¿un simple espectador que lo ve de casualidad? En cualquier caso, el detective debería localizar a esa persona para saber si vio algo más. En definitiva, un número realmente prometedor, que introduce las tramas con sumo cuidado y establece un tono muy marcado, personalmente lo he disfrutado muchísimo y me he sumergido en él por completo. No tengo dudas de que King, Fornés y Stewart nos van a regalar grandes momentos en esta colección.
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