El Crepúsculo de los Dioses (1950)
En esta ocasión nos alejamos de la serie B, del cine de bajo presupuesto y de las joyas ocultas para hablar de una obra maestra de Hollywood, un clásico inconmensurable que se puede clasificar como muchas cosas, en varios géneros o estilos, entre los que se incluye el noir. Y es que Billy Wilder, el director de la película y uno de los mejores de la historia, se movía en el claroscuro de manera brillante, dejando obras como “Perdición”, noir canónico y de referencia donde los haya o “El Gran Carnaval”.
La película nos cuenta la historia de Joe Gillis, un escritor en aprietos económicos que acepta trabajar en el guion de una antigua estrella del cine venida a menos, Norma Desmond, que planea su regreso a Hollywood. Una relación obsesiva y tóxica que no le llevará más que problemas. Es cine dentro del cine, un retrato y homenaje a las películas y estrellas del cine mudo de los felices años 20, olvidadas por la industria y el público con la llegada del cine sonoro y las nuevas técnicas cinematográficas de las siguientes dos décadas. La historia se mueve entre la realidad y la ficción, con apariciones, referencias y cameos de cineastas y actores de la época. De hecho, parte de la historia de Norma Desmond corresponde con la vida de Gloria Swanson, la actriz protagonista. En los 16 años previos al estreno de Sunset Boulevard solo había grabado una película, y ya habían pasado 9 años desde entonces, pero regresó a lo grande, como solo las estrellas y los mitos pueden hacer, consiguiendo su tercera nominación a los Oscars y dejando una interpretación icónica que quedó grabada en la historia del cine. Swanson fue la gran estrella del cine mudo, siendo la mejor pagada en la década de 1920, de la mano de su director talismán, Cecil B. Demille. Vivió una vida de excesos, de riqueza y ruina, de luces y sombras, perdiendo su status de estrella con la llegada del cine sonoro y de su 30 cumpleaños. Pero a diferencia de su personaje de ficción, la actriz nunca se abandonó, trabajando en otros medios y formando su propia productora.
El rol protagonista recae en William Holden, que quizá no es de los primeros que se nos vienen a la cabeza al pensar en los mejores actores de Hollywood, sin embargo, tiene en su haber interpretaciones y películas vitales para entender la historia del cine estadounidense, como el brillante western de Sam Peckinpah, “Grupo Salvaje” (1969), que fue fundamental en el cambio estilístico que llegó a Hollywood con la “generación de los 70”, o la película que hoy nos ocupa, que le valió la primera de sus 3 nominaciones a los Oscars. Trabajó con Billy Wilder en otras 3 ocasiones: Stalag 17, con la que ganó su única estatuilla, Sabrina (junto a Audrey Hepburn y Humphrey Bogart) y Feodora. Otras películas destacables fueron “El Puente sobre el río Kwai” (David Lean, 1957), “Misión de Audaces” (John Ford, 1959) y “Network” (Sidney Lumet-1976). Pese a su elevado volumen de producciones en los 40 y 50 no se prodigó demasiado en el noir, pero participó en propuesta interesantes como “The Turning Point” (William Dieterle-1952) o “Union Station” y “The Dark Past”, ambas de Rudolph Maté.
Del resto del reparto destaca Erich Von Stroheim, quien interpreta a Max, el fiel mayordomo de Norma que se descubre como un antiguo director de cine que trabajó con ella en sus años de brillantez. Una vez cayó en el olvido del público y de la industria se quedó a su lado, ayudándola a vivir su propia mentira, haciéndola sentir una estrella. Stroheim, director de cine mudo en la realidad, trabajó con Gloria Swanson en “La Reina Kelly”, cuya producción fue una pesadilla, pero a la que el paso del tiempo le dio estatus de film de culto, como pasa tantas veces con las obras de autores avanzados a su tiempo. Una de las escenas aparece en Sunset Boulevard, en la sala de proyección privada de Norma. Al final de la película vemos a Stroheim sentado por última vez en la silla del director, dirigiendo a Norma. Su trabajo fue asombroso, le valió su única nominación al Oscar, un acierto por parte de Wilder.
En el noir los personajes protagonistas hacen gala de una moralidad cuestionable, no son héroes ni personas pulcras, como ejemplifica Joe Guillis (Holden), ambicioso y vanidoso, pese a que no consigue triunfar. En un primer momento trata de aprovecharse de Norma, de su locura, se deja comprar en pos de un status, sin darse cuenta de que en realidad el utilizado es él. En la primera voz en off lo vemos claramente: “Siempre quiso una piscina. Al final la consiguió, pero a un precio demasiado alto.”, una frase fantástica que refleja sus truncadas aspiraciones. En ese momento vemos su cuerpo flotando en la piscina, Wilder nos lo muestra desde el fondo, en un plano magnífico rodado con espejos. A partir de ahí, flashback contándonos la caída en desgracia de Gillis, su camino a la perdición. ¿Hay algo más noir que todo esto? Wilder aprovecha esa primera escena para denunciar la vileza de los medios de comunicación, algo que desarrollaría en profundidad al año siguiente en “El Gran Carnaval”.
Como siempre digo, hay muchos tipos de femme fatale, y Norma Desmond encarna uno muy concreto y retorcido. Desde su locura manipula a Joe a su antojo, jugando con su percepción, mostrándose débil o fuerte según le conviene. Él intenta imponerse, parece seguro que puede romper los lazos con ella cuando quiera, pero cada vez que parece conseguirlo vuelve a caer en sus garras, hasta el momento final. Su contraparte, la chica buena e inocente, es Betty (Nancy Olson), de quien Joe está enamorado. Ella es su salvación, su amor y su futuro, le ayuda a escribir el guion que le podría llevar a la fama, pero él está atrapado y cuando se da cuenta de que en esa mansión de Sunset Boulevard Betty no encontrará más que sufrimiento, renuncia a ella en un último acto de bondad.
La estructura y la puesta en escena de la película nos recuerdan a un sueño que se torna en pesadilla desde que Joe entra en esa casa “encantada”, la puerta a un mundo opresivo que altera la percepción de la realidad con ese ambiente lleno de humo y polvo. La fotografía expresionista de John F. Seitz, uno de los maestros del blanco y negro, es fundamental para conseguir esa sensación. Desde la iluminación basada en las sombras, hasta sus planos construidos con una gama de grises oscura y reducida, sin olvidarnos de sus particulares movimientos de cámara o de sus recursos analógicos, como el polvo que lanzaba delante de la cámara para conseguir la textura ideal, algo que ya hizo en Perdición. En su filmografía encontramos otros trabajos de lo más destacables, como Días Sin Huella (1945), su tercera colaboración con Wilder, o “This Gun For Hire” (Frank Tuttle, 1942), el fantástico noir protagonizado por Veronica Lake. La banda sonora de Franz Waxman, uno de los mejores compositores de la historia del cine, también es fundamental para evocar la sujeción que sufre el protagonista, para establecer el tono surrealista de la historia y la falsa ilusión del éxito hollywoodiense.
El guion aborda la industria del cine desde una perspectiva cínica y utópica, llena de excentricidades. Norma Desmond es un producto de esa maquinaria macabra que es Hollywood, que te lo da todo, para dejarte sin nada antes de que te des cuenta. Su obsesión por verse joven y atractiva, así como la necesidad de sentirse admirada son claras consecuencias de ello. El guion estuvo escrito por el propio Wilder y Charles Brackett, su colaborador predilecto, con el que trabajó hasta 13 veces, siendo esta la última de ellas. La película deja escenas para el recuerdo, como esas partidas de bridge de Norma con sus amigos de cera del cine mudo, entre los que estaba Buster Keaton, realmente terroríficas, o el momento del baile entre Norma y Joe, una escena oscura, una sala vacía para ellos, con los músicos a un lado, como fantasma invisibles, ajenos a la realidad, tocando canciones alegres en momentos de tristeza absoluta. Pero sin ninguna duda, el momento álgido llega en la escena final, con Norma Desmond encarando su última actuación, bajando las escaleras de su palacio, llena de orgullo y solemnidad, haciendo que todos fijen su mirada en ella. Norma termina con su primer plano y Gloria con lágrimas y una despedida que forma parte de la historia.
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