Reckless
Brubaker y Phillips se reinventan una vez más, revolucionando el mercado, recorriendo territorios conocidos, pero desde perspectivas distintas. A estas alturas podemos decir que son dos costureros de la historieta, tejiendo cada una de sus obras con hilos parecidos, pero siempre distintos. Y es que a primera vista puede parecer que Reckless no aporta nada nuevo al imperio criminal creado por los autores. Sin embargo, las situaciones y los dilemas morales que plantea aquí Ed Brubaker son distintos a todo lo anterior, y la figura principal, Ethan Reckless, cuenta con un pasado y unos rasgos distintivos que le dan a la narración una óptica única y muy interesante. De hecho, tal y como dice el propio escritor en la carta a modo de epílogo, así como en las distintas entrevistas que hizo, este cómic se concibió de manera distinta, fruto de la pandemia y del parón en la producción del formato comic-book. Durante esas semanas Brubaker recuperó las novelas pulp setenteras de su padre y se le ocurrió crear una historia del mismo estilo, publicando tres novelas gráficas en un mismo año, copiando el consumo rápido de aquellas obras, con un mismo protagonista, como en las novelas de Parker de Richard Stark. Al más puro estilo James Bond o Sherlock Holmes las vivencias del personaje se mantienen, pero cada historia es nueva, sin referenciar prácticamente lo anterior.
Los autores han encontrado el formato más adecuado para sus obras, y el público ha respondido favorablemente, así que dudo que vayamos a ver próximamente su regreso a la grapa mensual. A través de estos tomos de alrededor de 100 páginas trabajan más rápido, pudiendo desarrollar la historia de manera continuada, sin la necesidad de adaptarla y dividirla por entregas, dándole un inicio y final a cada una de ellas. De hecho, este tomo está distribuido por capítulos, pero realmente el ritmo y la narración no se detienen, simplemente, acompañan los cambios de escena con un título en la primera viñeta de la página. El resultado es muy positivo, dando lugar a una lectura fluida que invita al lector a devorar el tomo, lo cual es especialmente relevante en Reckless, por su mencionado carácter pulp. La acción solo se detiene en 3 o 4 momentos, después de las grandes revelaciones o al final del prólogo, con un fundido en negro que deja respirar un poco la historia. Además, esos títulos sirven tanto para plasmar lo que acontecerá en las próximas viñetas, como para referenciar distintos productos de la cultura popular con los que se relaciona la obra de los autores.
La historia se sitúa en 1981, aunque de cara a entender al protagonista y el origen de la trama es igual de relevante el principio de los 70. Sin embargo, la acción nunca se traslada al pasado, aunque tengamos flashes al mismo tiempo que el protagonista recuerda y relata su vida anterior. Como siempre, el contexto es importante, y es que los 80 fueron un momento de prosperidad, tras las polémicas y la crisis de la década de 1970, asociadas a la guerra de Vietnam, el Sueño Americano brillaba con fuerza, con sus cadillac, sus autopistas infinitas y sus “diners”. En especial en California, que se preparaba para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84, con postales tan representativas como el atardecer en Venice Beach, entre patines, helados y walkmans, que tan bien plasman Sean y Jacob Phillips. Aun así, el País de las Libertades no estaba exento de disputas, puesto que además de la Guerra Fría, en las fronteras del país otro conflicto tenía lugar, la guerra contra la droga. Con Ronald Reagan en la presidencia, el crack destruía los suburbios de Los Ángeles, mientras que la cocaína inundaba las fiestas de Beberly Hills. ¿El origen de la nieve? Nicaragua. ¿Los traficantes? El propio gobierno estadounidense por mediación de la CIA, que hacía llegar la droga al país y la vendía para financiar la revolución de los Contras en Nicaragua, uno de los mayores escándalos en la historia yankee.
Pero todo ese contexto no solo sirve para situar la obra y establecer su atmósfera, sino que aprovecha algunos de esos hechos históricos para construir la historia. Así que tenemos a traficantes y matones con camisas hawaianas recogiendo cargamentos de droga que llegan a aeropuertos privados y chanchullos en moteles de carretera. Pero todo ello funciona gracias al buen desarrollo del protagonista, Ethan Reckless, un tipo duro que se dedica a ayudar a la gente, a resolver asuntos en los que la policía no puede hacer nada, lo cual, naturalmente, le llevará a meterse en problemas. Brubaker juega de manera inteligente con el lector, engañándole con la confusión del protagonista, hasta el punto que cualquiera de las suposiciones que hace Reckless resulta creíble.
Como en todo noir que se precie tenemos femme fatale, Brubaker no se olvida de ella y construye un personaje rico en matices, con una tristeza inherente que te hace empatizar rápidamente con ella. No es una femme fatale villanesca, al más puro estilo cine clásico, pero sigue siendo el motivo por el cual el protagonista se ve envuelto en todo el entramado, y aunque sus intenciones no son malvadas, termina manipulando a Reckless. La narración mantiene la acidez propia de la escritura de Brubaker, con su pertinente tono melancólico, aunque dada la personalidad y apatía del protagonista, lo hace desde una perspectiva distinta. Tal y como dice el autor, Reckless es un criminal, pero es un buen tipo, elige el camino del bien, lo cual no es habitual en las obras de los autores. Esa apatía derivada de sus problemas de memoria hace que las cosas no le afecten durante demasiado tiempo, salvo lo acontecido en su juventud, lo cual le sigue impidiendo dormir. Todo el relato de sus pensamientos está tintado de un negro “noir” fantástico.
PD: le pregunté a Brubaker cual sería la banda sonora de Reckless, y lejos de Blondie, Diane Ross o éxitos del momento como “Betty Davis Eyes” me recomendó esta playlist del punk rock de Los Ángeles de finales de los 70 y principios de los 80. No es muy recomendable para leer, pero efectiva evoca el ambiente de la época y de la historia.
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